Paseando por Copenhague

Llego a Copenhague a las 9:30. He dormido poco, o más bien nada, pero no importa. Hace un día espectacular: 19 grados y un sol radiante. Paso el día entero explorando esta ciudad nueva para mí, llena de cosas por descubrir. Ya había buscado una ruta bonita para recorrerla a pie, y la disfruto al máximo, feliz de estar al aire libre.

En general, la ciudad está bastante tranquila, lo que me permite moverme con calma y sin prisas. Bueno, excepto en la zona de la famosa estatua de La Sirenita, que está a reventar de gente. Así que sigo mi camino y, más adelante, me siento en una mesa de picnic junto al puerto para comerme un bocadillo delicioso con café que había preparado yo mismo.

Aunque apenas he pegado ojo, paso el día caminando sin parar. Hacia las seis de la tarde llego al hostal, me como una pizza, y no mucho después —a las 20:30— caigo rendido en mi litera del A&O Copenhagen Sydhavn. Ni siquiera oigo entrar a mis compañeros de habitación. Pero al despertarme al día siguiente… hay cinco personas roncando a mi alrededor. ¡Y yo sin tapones!

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